jueves, 1 de marzo de 2012

Cómo mantener y mejorar nuestras capacidades

Son múltiples las ocasiones en las que nos quejamos de la falta de memoria (aunque como decía Albert Einstein, nunca nos quejamos de la falta de inteligencia).  También nos quejamos de que nos cansamos cuando subimos una cuesta, que nos fatigamos al correr para coger el autobús, o de que nos hemos vuelto a contracturar la espalda.

Existe un principio fisológico muy sencillo:  lo que el cuerpo no usa, se atrofia.  Ya sean habilidades intelectuales o físicas.

Leí hace algunos años un artículo de Pedro Duque, nuestro famoso astronauta.  Decía que tras pasar largas temporadas en el espacio exterior, sus huesos perdían un alto porcentaje del calcio, razón por la cual cuando regresaba a la tierra debía someterse a un riguroso entrenamiento para recuperar cuanto antes y en las mejores condiciones su forma física.  ¿Cómo actúa el cuerpo en esos casos? Por suerte disponemos de un sistema muy adaptativo de modo que ante la falta de gravedad ya no es necesario tener una estructura osea tan resistente.  Al poco tiempo el organismo comienza a deshacerse del calcio que no necesita para adaptar la estructura osea a las nuevas necesidades, que son menores.

El principio que subyace es mantener un organismo capaz de satisfacer los requerimientos existentes de acuerdo a las costumbres, hábitos y actividades que desempeñemos en cada momento.

Claro está que si habitualmente no hacemos deporte, no podemos prentender correr una media maratón.  Obviamente nuestro sistema muscular y respiratorio no estarán a la altura.

Resulta extremadamente interesante observar el proceso que experimenta el organismo cuando nos enfrentamos a un nuevo reto, ya sea físico o intelectual.  En muy pocos días, comienza a proveer de todos los elementos necesarios para conseguirlo, ya que las necesidades han cambiado.  Así, por ejemplo, los primeros días que comenzamos a estudiar tras un largo periodo de inactividad nos resulta bastante pesado, pero poco a poco, vemos como vamos cogiendo ritmo y nuestro rendimiento es mucho mayor.

El sistema es muy efectivo ya que aprovecha al máximo los recursos.  Sin embargo tiene un inconveniente:  cuando realizamos una nueva actividad debemos superar una barrera inicial.  Sólo dura unos días, pero es suficiente para que en muchos casos nos desanimemos y desistamos antes de tiempo.  Ya lo dice Robin Sharma, cualquier actividad de realicemos durante 21 días se convierte en un hábito.   Y digo yo:  entonces no sólo no nos costará trabajo sino que en muchas ocasiones, una vez adquirido, necesitaremos desarrollar esa actividad para encontrarnos mejor.  Pero cuidado, este principio sólo es válido para los hábitos positivos (virtudes), ya que los hábitos menos saludables (vicios) no cuesta ningún esfuerzo adquirirlos.  Esa es la diferencia.

Ahora sólo nos queda elegir en qué áreas de nuestra vida queremos mejorar.  Así, si queremos encontrarnos mejor físicamente ya sabemos que basta con empezar a correr, apuntarse a natación, cuidar la alimentación, etc.   Si queremos mejorar nuestra memoria, podemos retomar un consejo de Marco Tulio Cicerón en su libro "De senectute":  al acostarnos todas las noches, debemos recordar todo lo que hemos visto, oído o dicho durante el día.  Es un método fácil, económico y muy efectivo.  Sólo requiere ser constante al principio.  Después todo irá sobre ruedas.

El secreto, superar el impacto inicial que nos supone el cambio de hábito, ser persistentes hasta que éste se consolide.  El resultado, una mejora de nuestras capacidades.

Pero existen otros retos que debemos superar para consolidar una virtud.  El primero es hacernos hueco dentro del frenético ritmo diario al que estamos sometidos, especialmente complicado si tenemos hijos y/o un trabajo absorbente.  Pero más importante todavía es superar la atracción de los intensos placeres materiales a los que constantemente estamos expuestos, y que reducen los incentivos que necesitamos para iniciar una actividad saludable.

Para entenderlo mejor, nos podemos imaginar una persona que se encuentra sometida bajo la influencia de un placer muy intenso.  Cabe deducir que mientras dure ese placer, tendrá mermadas las capacidades de racionamiento intelectual.  Por tanto, sin ánimo en absoluto de renunciar radicalmente a todos los placeres, debemos mantenernos cautos en tanto en cuanto limitan nuestra libertad para dirigir el rumbo de nuestros comportamientos de forma racional.  Perdemos libertad.

Claro que esta es un arma de gran potencia para quien sepa utilizarla en su propio beneficio, ya que puede permitir alterar el comportamiento de la población y dirigirlo por caminos previamente diseñados.  Pero ese será el tema de otro post...






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